domingo, 31 de enero de 2010

Amanda... ¡qué desdicha!



Ella es Amanda. Así le pusieron sus padres al nacer. Amanda nació por accidente, como dicen por ahí, fue una torta. Y aunque sus padres no la planearon, desde que existió, ha sido la mayor de las bendiciones para ellos, quienes desde muy jóvenes dieron todo su ser para que a su hija no le faltara nada. Y así fue… no le faltó nada.

Amanda es ahora una joven de 20 años y estudia en una de las universidades más prestigiosas de su país. Su sueño más profundo es ser escritora, sí, Amanda quiere escribir un libro, una novela tan pasional que arranque las más profundas emociones de cada uno de sus lectores. Ama su carrera, ama su familia y sus amistades.

Amanda utiliza la palabra “amistades” porque dice que no tiene amigos. Dice que los amigos son algo más, son hermanos del alma, y ella todavía no encuentra un amigo; sin embargo, da todo su cariño a esas “amistades” que resultan siendo compañeros de la universidad, viejos conocidos y hasta nuevos conocidos. Amanda es una joven conservadora en cuanto a creencias, pero sumamente jovial. Parece que a Amanda no le falta nada.

Amanda, ¿y en el amor, cómo te va?

-He vivido toda mi vida enamorada. Estoy enamorada de la vida porque aunque a veces siento vacíos, tengo todo lo que necesito pero no todo lo que deseo y eso me hace feliz.

¿A qué vacíos te referís, Amanda?

-Las personas ven mi forma de actuar y realmente no imaginan quien soy verdaderamente, no sé por qué aparento ser distinta, no lo hago a propósito, pero en este país estamos acostumbrados a suponer y juzgar, creo que terminan creyendo que soy lo que ellos quieren que sea. O tal vez es porque mantengo mi vida personal tan oculta, que yo misma los induzco a que la imaginen. El caso es que no me gusta contar mucho sobre mí. Soy reservada y como todos, tengo mis secretos, y con ellos vienen los vacíos de los que te hablo.

Amanda, como toda joven, sueña con encontrar el amor, un amor real y puro. Es muy fantasiosa. Amanda todavía cree en los cuentos de hadas. Ella siempre pensó que tarde o temprano su tiempo llegaría… Pero ahora cree que su tiempo se acaba, ella siente que el tiempo se olvidó de su existencia.

El tiempo que ha pasado de prisa, ese tiempo que se lleva y no devuelve, ese tiempo que pasa frente a nuestras narices cambiando tantas cosas… y nosotros sin poder hacer nada. Amanda piensa que el tiempo es cruel… Cruel por no recordarla, cruel por no darle un poquito de todo lo que ha soñado, cruel por no darle lo que ha tenido que vivir siendo testigo de la vida a su alrededor, pero nada en carne propia…

Amanda no sabe qué es el amor. Amanda no sabe qué es sentir el calor de un hombre, confiar en alguien que siempre estará a su lado. Ella lo desconoce.

Amanda ignora que además de compañía y permanentes mariposas en el estómago, a veces también se forman tornados ahí dentro. Ella no sabe que existe una intimidad. Ella no ha tenido sexo nunca. En sus 20 años de vida, Amanda no ha hecho el amor… y lo resiente… y lo reclama... con unos gritos tan profundos que sólo ella y su Dios los escuchan. Y claro que quisiera gritarlo al mundo entero… Pero ¿cómo?...

Amanda no quiere morir sin hacer el amor. Y tiene miedo. Como todas las primeras veces, es una situación desconocida para ella. Y en sus conversaciones con esa vocecita interna que todos tenemos, ella se pregunta tantas cosas. Se pregunta el por qué de sus miedos, se pregunta qué se sentirá e incluso si le dolerá.

Amanda quiere arreglarse cuando sale porque sabe que hay un alguien que la volteará a ver. Amanda quiere sentirse deseada. Quiere que un caballero la ame. Amanda quiere que las caricias le lleguen al alma y la lleven al cielo. Amanda quiere que sea tan especial que no necesite nada más.

Ella no tiene miedo de entregarse, ella tiene miedo de salir lastimada. Ella se enamoró, así sin darse cuenta, sin quererlo, ella se enamoró de un hombre a quien, indirectamente rechazó hacía un tiempo.

¿Amanda, y si ahora estás enamorada, por qué lo rechazaste?

-Siempre fui de pensamiento muy cerrado, casi no lo conocía, pero había una gran diferencia de edad. Ahora te puedo decir que ni si quiera me importa esa diferencia. Ahora, si fuera correspondida, lo gritaría a los cuatro vientos sin temor alguno. Pero ahora…

Nunca negué la oportunidad de conocernos y tener una linda amistad, incluso accedía a que él tuviera ciertos “derechos” sobre mí, sabés de qué te hablo… Me propuso muchas veces hacerme el amor; sin embargo, ahí fue donde lo rechacé. Lo hice porque como mujer no estaba segura y no me arrepiento, di el tiempo necesario para estarlo, y ahora lo estoy.

Entonces ahora pueden hacer lo que antes no pudieron, ahora ambos quieren, y ambos se quieren, ¿o me equivoco?

-No. Ahora él es distinto. Ahora ya es demasiado tarde. Dice que lo hice esperar mucho y esto se nos enfrió. Es curioso como para él ya se enfrió mientras para mí recién empieza a calentar. Pero sabés, ya me resigné, y mientras viva, mis ganas de vivir no se apagarán. Tengo miedo de que el tiempo no me alcance, pero confío en que llegará…

Amanda es una joven atrapada en sus deseos, es una joven que quiere experimentar todo lo que es propio de su edad, Amanda quiere que deseen profundamente su cuerpo, pero también su alma y todo su ser.

Amanda, con 20 años de edad, ahora vive la mitad de la semana en un hospital. No ha dejado sus estudios, ni sus amigos, ni nada. Pero ahora necesita más cuidados que antes.

Luego de unos meses, a Amanda la sentaron a platicar seriamente, sus doctores le dieron la noticia tan temida pero esperada: “Amanda, estamos llegando a la última etapa de tu enfermedad, lo sentimos, ya no hay nada que podamos hacer, queda poco tiempo”.

Por las mejillas de Amanda bajó una lágrima y con ella se situó una sonrisa en su rostro. En cuestión de 10 segundos Amanda recordó su vida, y los mejores momentos que pasó.

Solamente dijo: “Gracias, ya lo suponía puesto que no me he sentido muy bien. Pero todavía tengo algo pendiente, agradezco sus cuidados y pido permiso para retirarme del hospital. Si ya no hay nada que hacer, quisiera pasar con mi familia el poco tiempo que según ustedes, me queda de vida”.

Así fue, Amanda regresó a su casa, su familia la recibió con un abrazo y acomodó sus cosas en su cuarto, cada foto, cada cuadro, cada rosa donde debía estar.

Esa noche, Amanda murió.

Dejó sus sueños, sus deseos, sus miedos. Amanda dejó todo sin concluir, ni siquiera lo pudo contar.

No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Vive, ama, comete travesuras, baila y no temas en expresar lo que sientes. No permitas que te quede alguna asignatura pendiente.

viernes, 29 de enero de 2010

Por una Costa Rica mejor



La creencia general es que Abel Pacheco no sirve para nada por menso y hacerles caso a los Arias, hace varios años era que Miguel Ángel Rodríguez no servía. Hace otros muchos varios años, que Figueres no servía. Antes, que Calderón, que Monge y menos Carazo…

Actualmente se dice que Arias no sirve y apostamos que el que viene tampoco servirá para nada, ni Laurarias, ni Robón Solís ni Getón Guevara y mucho menos el más malo!

Por eso estoy empezando a sospechar que el problema no está en lo ladrón que haya sido Miguel Ángel o en lo tonto que haya sido Pacheco, o en que si Laura es manejada por los Arias o si Otto Guevara va a cerrar la Caja.

El problema está en nosotros. Nosotros como pueblo. Nosotros como materia prima de un país.

Porque pertenezco a un país donde la viveza es la moneda que siempre es valorada tanto o más que el dólar.

Un país donde hacerse rico de la noche a la mañana es una virtud más apreciada que formar una familia a largo plazo basada en valores y respeto.

Pertenezco a un país donde, lamentablemente, los periódicos jamás se podrán vender como en otros países, poniendo unas cajitas en las aceras donde uno paga por un solo periódico y saca un solo periódico dejando los demás donde están.

Pertenezco a un país donde las empresas privadas y públicas son los bazares particulares de sus empleados deshonestos, que se llevan para su casa, como si tal cosa, hojas de papel, bolígrafos, carpetas, marcadores y todo lo que falta para la tarea de sus hijos.

Pertenezco a un país donde la gente se siente triunfal si consigue robarse la TV por Cable del vecino o se piratean el Direct TV, donde la gente inventa a la hora de llenar sus declaraciones de Tributación para no pagar o pagar menos impuestos.

Pertenezco a un país donde mi jefe me pone claves en las impresoras y copiadoras para controlar que no imprimo la tesis o las tareas de mis hijos y el guarda me revisa al salir para constatar que no robé nada.

Pertenezco a un país donde la impuntualidad es un hábito, nunca llegamos a la hora indicada.

Donde los directivos de las empresas no generan capital humano.

Donde no hay interés por la ecología, donde las personas tiran basura en las calles y luego se reclama al gobierno por no dar mantenimiento al alcantarillado cuando ocurren inundaciones. Donde Ciudad Cochina (Hatillo) sacó mi basura sin importar el horario de la Municipalidad.

Un país donde no existe la cultura por la buena lectura y no hay conciencia ni memoria política, histórica ni económica, sino que sus sindicalistas repiten consignas importadas sin analizarlas.

Pertenezco a un país donde las licencias de conducir y los certificados médicos se compran sin hacer ningún examen.

Un país donde puede subir al autobús una persona de la tercera edad (después de ser insultada por el chofer), o una mujer con un niño en brazos, o algún minusválido, y la persona que viene sentada en el asiento especial para ell@s se hace la dormida para no dárselo, y si alguien le reclama se levanta pero para darle un golpe o decir una palabrota.

Un país donde el derecho de paso es para el automóvil y no para el peatón. Un país donde entre más levantaron, golpearon y/o mataron al improvisado, estuvieron mejor las fiestas.

Un país donde la institución encargada de las telecomunicaciones dura varios años para hacer una reconexión alegando siempre que “no hay pares disponibles”.

Un país donde dejamos libre al maleante mientras el pueblo vive encerrado por falta de cárceles y jueces con huevos.

Un país donde los vehículos se brincan los altos y semáforos si no hay un oficial de tránsito cerca.

Un país donde al presidente le importa más la política externa que los problemas internos. Un país donde una moto paga igual que un Hummer o un Jaguar de 100 millones y nadie hace nada.

Un país donde el dueño de un canal de TV intenta contrabandear artículos de lujo, aprovechándose de que tiene un jet privado.

Un país donde su gente está llena de faltas, pero disfruta criticando a sus gobernantes.

Mientras más le digo ladrón a Miguel Ángel, a Arias o a Calderón, mejor soy yo como persona, a pesar de que apenas ayer me consiguieron todas las preguntas del examen de matemática de mañana.

Mientras más le digo falso a Pacheco o deshonesta a Laura, mejor soy como costarricense, a pesar de que apenas esta mañana me cogí a mi cliente a través de un fraude que me ayudó a pagar algunas deudas… No, no, no…

¡Ya basta… Ya es suficiente!

Como materia prima de un país tenemos muchas cosas buenas, pero nos falta mucho para ser los hombres y mujeres que nuestro país necesita.

Esos defectos, esa sagacidad congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en casos de escándalo, esa falta de calidad humana, eso es lo que nos tiene real y francamente mal.

Lo siento. Porque Oscar Arias o quien venga tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima que como pueblo hemos sido nosotros mismos. Y no podrá hacer nada.

No tengo ninguna garantía de que alguien lo puede hacer mejor, pero mientras nadie señale un camino destinado a erradicar primero los vicios que tenemos como pueblo, nadie servirá, ni el que elijamos el 7 de febrero.

¿O qué? ¿Necesitamos traer a un Fidel Castro o a Hugo Chávez para que nos haga cumplir la ley con la fuerza y por medio del terror?

Aquí falta otra cosa. Algo más que artículos en La Nación, o llamados paros, o cierre de carreteras, o tortuguismo en los puertos, y mientras esa otra cosa no empiece a surgir, seguiremos igualmente condenados, igualmente estancados, igualmente jodidos…

Es muy sabroso ser costarricense y vivir a lo tico, por eso somos la población más feliz del mundo, pero cuando ese tiquismo empieza a hacerle daño a nuestras posibilidades de desarrollo como nación, ahí la cosa cambia.

Nosotros tenemos que cambiar, ya que un nuevo presidente con los mismos costarricenses no podrá hacer nada.

Fiesta nacional por un triunfo, pérdida o empate de la Sele. Si Eduardo o María José cantaron bien y casi casi… Héroes nacionales a quienes ganan algo, lo que sea, porque nos urge vernos reflejados en alguien ganador, porque no nos creemos ganadores.

Disculpamos la mediocridad mediante programas de TV nefastos de Repretel o Canal 7. Es la industria de la disculpa y la estupidez.

Ahora he decidido buscar al responsable, no para castigarlo, sino para exigirle que mejore su comportamiento y no “se haga el ruso”. Y sé que lo encontraré, porque cada vez que me vea al espejo, ¡sí, ahí está!

Necesitamos hacer conciencia. Ya nos está llevando puta y si seguimos así nos va a llevar la mamá de todas las putas… ¿O no?

Tenemos que querer a Costa Rica, sentirnos orgullosos de ser ticos, no nos cuesta nada. Empecemos ya. Votemos todos este 7 de febrero. Por una Costa Rica mejor. Por favor, cambia.

sábado, 9 de enero de 2010

Para el más valiente



¿Sabés algo, pequeño? Llegaste justo a tiempo… Me hubiera gustado escribirte esta cartita para darte la bienvenida a este mundo, pero nunca es tarde y ahora tengo mucho más que decirte…

No sé si en algún momento me leerás, ni siquiera sé si voy a vivir para cuando ya puedas leer y entender, espero que sí pues no falta mucho, ya tenés dos añitos, estás en el kínder como todo un niño grande… Tus papis están muy orgullosos, estoy segura.

Te cuento algo, me gusta mucho escribir, pero no lo hago seguido… no acostumbro a hacerlo, al menos no con dedicatoria, pero hoy, entre mis ocurrencias diarias, me acordé de vos y quise resaltar tu valentía ante la vida.

Qué susto nos pegaste el día que convulsionaste por primera vez, a tus padres especialmente… Aunque se sospechaba, nadie sabía por qué te estaba pasando eso… Luego supimos que era una predisposición de origen genético y que con tratamiento, se podía controlar…

No cualquiera enfrenta la epilepsia con tantas ganas de vivir como lo hiciste vos, la has ido venciendo de una manera extraordinaria. Tus padres nunca perdieron la fe y religiosamente te daban el tratamiento que envió el doctor, siempre pedían a Dios para que funcionara y la espera de nuevas buenas noticias, se hiciera cada vez más corta… Y así fue…

Gracias por darle a tu familia tanta alegría, sos la luz que ilumina ese hogar y que nos da siempre una razón para sonreír y para ser agradecidos con Dios…

Sé que tu vida estará llena de salud, éxitos y mucho amor… Sonríele siempre y no dudes ni un segundo en luchar por lo que quieres… Dios siempre te acompañará…

Un beso,

Karlita

viernes, 1 de enero de 2010

No siento... qué tristeza...



Hoy, un mar de lágrimas me hizo compañía por largo tiempo, tiempo que pude haber utilizado para hacer algo productivo, de eso que amo hacer en mis días de lucidez: pasear, leer, bailar, jugar, ¡qué sé yo! Pero no… hoy fue distinto…

Este sentimiento de soledad me pide a gritos hacer algo al respecto, y no puedo… No puedo porque mi cuerpo no responde a mis peticiones, no puedo porque sería eliminar todo lo que ha pasado y no quiero, porque soy torpe cuando lo intento…

Ahora estoy perdiendo… perdiendo lo que tenía, lo que puedo llegar a tener e incluso aquello que no tenía… y eso es lo que más me duele… aquello que juré que sería mío y no lo fue nunca… Pierdo todo, y no me gusta… Estoy en una habitación hermosa, la habitación está llena, pero yo no logro iluminar y llenar mi alma… tengo todo a mi disposición para hacerlo y no lo logro…

¿Qué hago? No encuentro solución y me limito a sonreír a todos aquellos que están a mi alrededor… intento que no perciban el vacío que hay en mí… y no lo hacen, porque nadie observa lo que hay más allá de los ojos, porque nadie presta atención al poder que tiene una mirada… Y yo me resigno… y me acostumbro… no me extraña… pero no vivo, sobrevivo…

Camino sin destino, lo hago casi por inercia… Siempre me adapto a todos, pero nadie logra adaptarse a mí… ¿será que no les doy apertura para hacerlo?, es cierto, soy reservada… y siempre a la defensiva… ¿Por qué? Tal vez porque no controlo el temblor que me provoca el pánico de saber que alguien puede compartir esto que siento, esto que vivo, porque es fuerte, muy fuerte…

Ya no siento nada, ni siquiera el frío de esta noche… Olvidé las pequeñas cosas que valen la pena en la vida, ya no transmito alegría o picardía… ya ni siquiera hago notar la tristeza… El miedo se apoderó de mí y yo no me di cuenta… el miedo logró que me diera por vencida en una batalla en la que ganar era imposible… tuvo que ser un sueño cuando vi que lo lograba… era irreal...

Dejé que la imaginación construyera un mundo de mentiras, y como me dijeron una vez, “a la larga lo que te daba emoción, deja de ser agradable y empieza a doler”… Qué frase más cierta… Es tan cierta que me hace querer desaparecer de este mundo para luego saber si me extrañan…

Ahora todo acaba… aquella dosis de picante se disipó totalmente… ¡Qué estúpida, cómo no me di cuenta antes! Pero nada es para siempre… lástima que duró tan poco… No sé bien lo que haré, no sé cómo daré el siguiente paso ni hacia adonde… Estoy perdida… siento que no tengo un lugar acá… Me gustaría poder sentirlos… Y les digo: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón les seguirá hablando”.

Karla Delgado

 

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