viernes, 1 de enero de 2010

No siento... qué tristeza...



Hoy, un mar de lágrimas me hizo compañía por largo tiempo, tiempo que pude haber utilizado para hacer algo productivo, de eso que amo hacer en mis días de lucidez: pasear, leer, bailar, jugar, ¡qué sé yo! Pero no… hoy fue distinto…

Este sentimiento de soledad me pide a gritos hacer algo al respecto, y no puedo… No puedo porque mi cuerpo no responde a mis peticiones, no puedo porque sería eliminar todo lo que ha pasado y no quiero, porque soy torpe cuando lo intento…

Ahora estoy perdiendo… perdiendo lo que tenía, lo que puedo llegar a tener e incluso aquello que no tenía… y eso es lo que más me duele… aquello que juré que sería mío y no lo fue nunca… Pierdo todo, y no me gusta… Estoy en una habitación hermosa, la habitación está llena, pero yo no logro iluminar y llenar mi alma… tengo todo a mi disposición para hacerlo y no lo logro…

¿Qué hago? No encuentro solución y me limito a sonreír a todos aquellos que están a mi alrededor… intento que no perciban el vacío que hay en mí… y no lo hacen, porque nadie observa lo que hay más allá de los ojos, porque nadie presta atención al poder que tiene una mirada… Y yo me resigno… y me acostumbro… no me extraña… pero no vivo, sobrevivo…

Camino sin destino, lo hago casi por inercia… Siempre me adapto a todos, pero nadie logra adaptarse a mí… ¿será que no les doy apertura para hacerlo?, es cierto, soy reservada… y siempre a la defensiva… ¿Por qué? Tal vez porque no controlo el temblor que me provoca el pánico de saber que alguien puede compartir esto que siento, esto que vivo, porque es fuerte, muy fuerte…

Ya no siento nada, ni siquiera el frío de esta noche… Olvidé las pequeñas cosas que valen la pena en la vida, ya no transmito alegría o picardía… ya ni siquiera hago notar la tristeza… El miedo se apoderó de mí y yo no me di cuenta… el miedo logró que me diera por vencida en una batalla en la que ganar era imposible… tuvo que ser un sueño cuando vi que lo lograba… era irreal...

Dejé que la imaginación construyera un mundo de mentiras, y como me dijeron una vez, “a la larga lo que te daba emoción, deja de ser agradable y empieza a doler”… Qué frase más cierta… Es tan cierta que me hace querer desaparecer de este mundo para luego saber si me extrañan…

Ahora todo acaba… aquella dosis de picante se disipó totalmente… ¡Qué estúpida, cómo no me di cuenta antes! Pero nada es para siempre… lástima que duró tan poco… No sé bien lo que haré, no sé cómo daré el siguiente paso ni hacia adonde… Estoy perdida… siento que no tengo un lugar acá… Me gustaría poder sentirlos… Y les digo: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón les seguirá hablando”.

Karla Delgado

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